Me siento en el borde de la cama y observo su cuerpo tendido
ni tan esbelto ni tan perfecto,
ni si quiera tan suave.
Veo su boca callada como la noche
y me hace feliz no escuchar ninguna palabra.
Me emerge el recuerdo de lo que ocurrió la noche pasada
y una sonrisa me roba el silencio.
Le sigo mirando y me cuesta despertarlo.
Es que me encanta verlo en callado,
con sus labios sellados y sin reproches,
sin aquel discurso que me entristece.
Pensar que está ahí y no le tengo me atormenta
Pero es su cuerpo el que ha insistido en no marcharse
y el mío no resiste en quedarse
y me enternece ver sus ojos dormidos, sus ojos cerrados
y acallo mis pensamientos porque le amo en silencio y sin fin
y me deslizo sobre su cuerpo aun mojado
y dejo reposar mis pechos sobre su malva desnudez.