A veces quisiera escribir tantas cosas. Llenar todas las hojas en blanco de una libreta, escribir la historia de mi vida, hablar de mis llantos, de mis encuentros furtivos con demonios y de dos ángeles que van sentados en cada uno de mis oídos, de las locuras de mi abuela y las canas que le he sacado a mi madre. Me gustaría hablar de aquella vez que deseaba morder un algodón de dulce y patinar por las calles en bajada, rápido y sin miedo. De la vez que me dolió el corazón. De mis besos con aquel chico que me avergonzaba y de la decepción que me da un hombre del cual llevo su sangre. Quisiera escribir sobre lo puntiaguda que es mi nariz y lo largo que son mis dedos. De aquella noche que vi una estrella y desee ser feliz. Desearía escribir sobre los ojos de mis sobrinos, unos negros como la noche y otros azules como el mar. Pero lo que más anhelo es escribir sobre ti. Sobre tu piel mojada y tímida, tus besos azucarados y tus ojos de hiel. Escribiría sobre lo fino que son tus labios, lo pequeño de tus dientes, sobre tus entradas infinitas y tus dedos que se retuercen con el inicio de mis besos.