Recuerdas cuando jugábamos a comernos la boca. Cuando tu lengua danzaba fogosamente con la mía al compás de la música que emanaba de nuestros cuerpos. Aquellos cuerpos ardientes y deseosos que temblaban y sudaban bajo el umbral de la noche. Y la brisa sacudía tus cabellos mientras en tus ojos se reflejaba el brillo de una luna menguante, casi esfumada, como tus besos, aquellos que una vez fueron solo míos.